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martes, 31 de diciembre de 2013

Campanas a medianoche

Hoy se acerca, ineludible, el comienzo de un nuevo año. A las doce de esta misma noche las campanadas nos llevarán y un nuevo lugar completamente desconocido: 2014.

Me digo a mí mismo que esa noche todo cambiará. 
Que en la madrugada del 1 de enero las cosas comenzarán a ser diferentes. 
Que cuando suene la última campanada cambiará algo más que la fecha y el calendario.

¿Pero tengo razón o solo busco un consuelo?
No tengo la respuesta, pero aunque la tuviera daría igual. Llegará medianoche, sonarán las campanas, cambiará la fecha y lo que tenga que pasar pasará. 
Y como siempre, yo no podré decidir lo que ocurra. Simplemente ocurrirá.

Se acerca el desenlace. Faltan apenas cinco minutos y mi ilusión sigue ahí, expectante. 
No sabe que pronto tendrá que marcharse abatida, como tantas otras veces.

Mi madre, mi tia y mi hermano, ajenos a todo lo que tiene lugar dentro de mí, preparan los cuencos con uvas y los acercan a la mesa. Cada uno de nosotros coge uno y comienza la cuenta atrás: Los cuartos.

´´Todavía no`` Le dice mi tía a mi hermano, que siempre se confunde. ´´Ahora``

Comemos las uvas, una a una, al son de las campanas.
Como si llevar el compás trajese salud cuando solo trae esperanzas sin fundamento.
Entonces suena la última campanada, me llevo la última uva a los labios y me digo a mi mismo que este año todo será diferente.

Sin embargo lo único que cambia ese día es el año, no mi vida.
Y aún así, abatido, me levanto una mañana más y lo intento de nuevo.